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Flamingos

La lluvia y la noche debilitan los corazones

La lluvia y la noche debilitan los corazones El tipo estaba igual que todos los días... trabajando. Ella... buscando recibir un mail que la empuje a provocar lo que ambos deseaban... Encontrarse... Ambos... jugando el juego de descubrir al otro y de permitir que el otro lo descubra; jugando al eterno juego de la seducción como hacía mucho tiempo no lo hacían.

Él es un pibe de barrio, 33 años, común, laburante desde los 16... Ahora trabaja en una veterinaria. Mezcla de “Rockerito” y bohemio... carga en su vida un par de decepciones engañosas (como todos), las cuales poco a poco y tomándose bien el tiempo para hacerlo, fue limpiando. Estaba medianamente listo. Ese sábado estaba trabajando, ya había mandado el mail y estaba tratando de controlar la ansiedad, se refugiaba en los cachorros... les cambiaba el agua, les daba de comer, los alzaba, jugaba con ellos... justo ese sábado la gente no entraba al negocio y el teléfono que no sonaba. Pero en el momento menos pensado sonó. Se acercó hasta él como si fuera un llamado común e identificó el número: 4454-.... el corazón empezó a latir con fuerza, era ella, era el llamado que esperaba, tomó aire... levantó el tubo: - “Veterinaria, buenas tardes.” “Todo o nada” –Dijo ella – “Todo” le respondió. “¿Qué tenés que hacer esta noche?” “Cuando llego a casa, te llamo y arreglamos” Esa fue toda la conversación. Eran las seis de la tarde y se encontraba de cara a las tres horas más largas que haya vivido en los últimos tiempos.

Ella, como él, lucho desde abajo, se hizo cargo de su familia desde muy chiquita, de un tiempo a esta parte, y después de haber paseado su brillante soledad por algunas ciudades del mundo, decidió volver y establecerse en Mar del Plata. Allí convive con su perro Malevo y con una compañera de habitación. Su familia se encuentra aquí, en Capital Federal y una o dos veces por mes viene para visitarla... Fue en uno de eso viajes que algún redoble del destino quiso juntarlos como por casualidad en un bar. Ese sábado también estaba ansiosa, él le había prometido enviarle un mail y el mail no llegaba: “Se llevaron la computadora para arreglarla” – le dijo -. Esa ansiedad... la quemó compartiendo el tiempo con sus sobrinos y sus mascotas. Finalmente, y después de varios intentos fallidos, el mail llegó... no lo pudo soportar. Todo o nada. Y aunque hablaran mal de ella hizo lo que tuvo ganas de hacer, qué más daba, igual lo iban a hacer... lo llamó y le propuso encontrarse. Y se encontraron...

Se encontraron en Puente Saavedra haciendo abuso de una puntualidad que se puede comparar con la misma puntualidad de la lluvia, que aparece en el momento justo para convertir cualquier noche fría de invierno en una maravillosa noche de encuentro y descubrimiento. Esa noche fueron tres... Ella, Él y la Lluvia. Caminaron algunas cuadras estudiándose... él trataba de parecer gracioso haciendo chistes, solo para evitar que se note el terrible temor que tenía por la situación; ella, cómplice, acompañaba con su risa. Luego de algunos minutos, la lluvia helada fue dándole calor al pingüino que él llevaba en el alma y lo hizo entrar en calor. Se fue tranquilizando... “Tomemos un taxi.” Llegaron a Cabildo y Juramento, un gran punto de encuentro en uno de los barrios más famosos de la ciudad, se sentaron en un bar y pidieron una cerveza. Eran las 12 de la noche y todo aquello, recién empezaba. El mozo les trajo la cerveza junto con algunos ingredientes que él ni siquiera olió. Con el correr de los minutos se fueron distendiendo y luego de la primera cerveza ya se sintieron más que cómodos, ella iluminaba el aire viciado de humo con su risa clara y fresca, ni ella misma recordaba la última vez que se había reído con tanta intensidad. Poco a poco fueron contándose parte de su vida, fueron conociéndose un poquito apenas y más que demasiado. Ella seguía riendo y él se sentía cada vez más atrapado por ella. Moría por apenas rozarla. Por sentir su piel más de cerca. Pero se había puesto el disfraz de caballero que en algunas oportunidades hacen pasar al hombre por tonto, fue descubriendo en ella a una terrible mujer y no quería correr el riesgo de perderla inútilmente. Prefería pasar por tonto... hubiera dado una buena parte de su reino por abrazarla. Aunque en realidad lo que estaba empezando a querer, era que ella fuera la Gran Dama de su reino. La noche fue pasando entre cervezas, cigarrillos y las risas de ella, se hicieron las 4 de la mañana y decidieron salir de aquel lugar.
La lluvia se había encaprichado con ellos y no paraba de caer, empezaron a caminar y luego de unas cuadras se pararon en otro bar a tomar un café. Había que calentar el alma. Era la hora en que los cuerpos empiezan a reclamar... el de él la reclamaba, tenía que sentir su piel, pero por una vez en su vida, por ésta vez... iba a dejar que a su cuerpo lo gobierne su cerebro y no su corazón, no sus instintos, NO esa noche, tenía ante sí a una mujer que, entendía, valía la pena tener por mucho más tiempo que aquella noche y no se iba a doblegar ante aquel deseo. La apuesta era consigo mismo, doble o nada y apostó el doble por “nada”; dejó, por esa vez, su deseo de lado, se olvidó de su piel y, sobre todo, de la de ella.
Terminaron ese café y volvieron a la calle. Y caminaron... caminaron de la mano hasta donde dieron los pies, el tiempo fue pasando... el sol no iba a salir aquella mañana por obra y gracia de la dichosa lluvia que era sólo por y para ellos. Mientras caminaron todo ese tiempo ella compartió con él aspectos de su vida que a él le sorprendieron y que recibió con mucho placer, dado que le demostraban confianza, soltura y sobre todo, que por esa noche, ella se sentía muy cómoda, ¡y estaba cómoda con él!
Conforme fue pasando el tiempo él fue odiándolo cada vez más, llegaba la hora de despedirse, sintió que la noche había sido demasiado corta, ella al otro día se volvía a su ciudad. Nunca le gustó hablar del destino, nunca pudo soportar la idea de no ser él quien determine el curso de su vida, pero en esta oportunidad... sintió que si alguien se la había puesto a la izquierda algunas semanas antes sin que él se lo imaginara y ahora, se la arrebataba de su lado quién sabe por cuanto tiempo... ese tenía que ser el destino, nada ni nadie puede ser tan perverso. Llegaron a la esquina donde se separarían... llegó el momento de despedirse... la pregunta era ¿cómo? Él moría por besarla, pero era consciente de que no lo haría. Hizo lo que pudo, por más que hablaran mal de él... se abrazaron... ella se fue caminando con dirección norte, él se fue para el sur. Ambos con sus emociones, sus conclusiones, sus sentimientos y sus pensamientos.

Caminó algunas cuadras hasta la parada del bondi, se calzó los walkman, compró el diario y entre sus pensamientos sacó la conclusión de que era mejor así, no era tan malo después de todo que ella se fuera por un tiempo. Necesitaba, por una vez en la vida, dejar sus impulsos de lado y pensar, necesitaba interpretar quién era y qué venía a hacer ella en su vida. Hoy ya pasaron un par de días y extraña su voz, extraña su risa. Repasa la noche del sábado y siente que estuvo, por lo menos esa noche, un poco menos solo. Siente que si tuviera la oportunidad de volver el tiempo hasta las 23:15 del sábado solo cambiaría una sola cosa: caminaría un poco más de la mano de ella.
Siento que esa fue una de las mejores noches que vivió este tipo en los últimos tiempos “No hay besos campeones en un primer round.” Siente que por primera vez en la vida no va a provocar nada impulsivamente, tiene ganas de que las cosas se den de manera natural y espontánea. Y va a pensar, sin dejar de sentir, claro, pero despacio y con hambre, con hambre de gol.

2 comentarios

Patrixia -

Es una de mis preferidas... aunque es dificil elegir, ya que te vas superando en cada relato y cada uno tiene algo especial... pero este es re especial para mi...seran historias similares, la forma de relatar que tenes que me hizo recordar lindos momentos.. no se.. pero me encanta...

caro -

te amo